Fallecimiento de Fernando Botero

PNG

Palacio del Elíseo, sábado 16 de septiembre de 2023

COMUNICADO

El escultor y pintor colombiano Fernando Botero, que había hecho de París uno de sus estudios, ha fallecido a los 91 años, dejándonos como legado un universo artístico marcado por el gigantismo de sus personajes y su inspiración.

Los aficionados taurinos que paseaban por la plaza de toros de Bogotá en los años 40, se encontraban a veces con un adolescente de ojos oscuros que ofrecía dibujos de tauromaquia con una fuerza singular: toda la fuerza que necesitaba para persistir en un camino artístico que nadie a su alrededor le animaba a emprender, para abrirse camino en un entorno al que su familia de comerciantes no tenía acceso. La misma fuerza que le llevó a trasladarse a Europa en los años 50, buscando inspiración para su arte desde el Prado hasta el Louvre, con una fascinación por Picasso que combinó con el arte popular sudamericano, los frescos precolombinos y el muralismo mexicano.

En este crisol se formó un precipitado único, un estilo sin igual, y reconocido por todos, más carnoso que Rubens, más liso que Ingres, más colorido que los fauvistas, más ingenuo que el Douanier Rousseau, donde figuras enormes, como llenas de savia vital, ofrecían al mundo el espejo de su rostro lunar. Amante de las curvas, la opulencia y el exceso, Botero desbordó los marcos, los cánones y las convenciones del decoro: dictaduras, burdeles, penitenciarías, terremotos y juntas militares, su pincel podía representarlo todo, todas las asperezas de la vida, cuya ácida grandilocuencia se teñía de extraña ironía y cuestionamientos.

Todo en Botero era fuera de lo común. Inclasificable, figurativo a la hora de la abstracción, vocero de la redondez en la era de la delgadez, apóstol de la línea en la época de su deconstrucción, tuvo que luchar para imponerse, viviendo de la experiencia y de pequeños oficios, incluida la venta de neumáticos, y sin embargo, a partir de los años setenta, conquistó los rieles de la pintura mundial.

Desde entonces, su vida se dividió entre las dos orillas del océano, Nueva York, Medellín, Mónaco, Toscana y París. Creó mucho en Francia, para Francia y con Francia. “París es la segunda parte de todos los artistas”, decía cuando se trasladó allí en los años 70 para dedicarse principalmente a la escultura y al arte de la fundición en bronce. Una de sus obras, la primera de sus estatuas exteriores monumentales, fue instalada en 1992 en los Campos Elíseos, otra en los jardines del Palacio Real. Diseñó una serie de quince pinturas y doce dibujos para Vogue París, y cajas de tapicerías para la Manufacture d’Aubusson, una de las cuales decora ahora el aeropuerto de Bogotá.

Apasionado del arte antiguo, reelaboraba sin cesar las obras de sus maestros, imaginando Fornarinas, Meninas y Mona Lisas cuya robustez boteriana hacía conversar a los tiempos. Su generosidad, tanto artística como humana, no tenía límites, donó decenas de cuadros de sus colecciones privadas a museos colombianos, entre ellos muchos de impresionistas franceses, de Renoir a Manet. Su obra estaba profundamente marcada por la preocupación de compartir. Para él, la redondez era también la expresión de una búsqueda de armonía, plenitud y paz, como lo demuestran sus inmensas palomas esculpidas.

El Presidente de la República y su esposa saludan la obra de un artista que era en sí mismo una hipérbole, que honró a nuestro país dialogando con sus artistas de ayer y de hoy tomándolo como marco de su creación. Envían sus más sentidas condolencias a su familia, al pueblo colombiano y a todos aquellos cuya sensibilidad coloreó y amplió alrededor del mundo.

publié le 25/09/2023

haut de la page